“ FEDRO O DEL AMOR ”
(DIALOGOS DE PLATON)
El Fedro suele defenderse que el tema
principal es el amor o la retórica. Si se entiende que trata sobre el amor, se
le suele situar entre los primeros o el primero incluso, si se entiende que
trata sobre la retórica, en la actualidad la opinión casi exclusiva, “Fedro” habla del amor y de la retórica y se divide en
dos partes, la primera, sobre el amor, contiene un discurso de Lisias y dos
discursos de Sócrates al respecto; en la segunda se trata la retórica.
Lisias es presentado como el dirigente de la
escuela de retórica; Fedro es un joven ateniense interesado por los discursos y
oyente habitual de Sócrates. Sócrates se encuentra con Fedro, que dice venir de
escuchar a Lisias. Lleva el discurso con la intención de aprendérselo de
memoria. El discurso trata sobre el eros, tema favorito de los discursos que se
usaban como ejercicios de retórica. Lisias vendría a decir que lo adecuado es
no conceder favores físicos al amante, al enamorado, sino a quien no lo está.
La razón se encuentra en el hecho de que el amante está poseído por la locura y
no es capaz de dominarse, sin embargo, el que no ama es cuerdo y sabe, por
tanto, elegir lo mejor. El que ama, desea sobre todo el cuerpo del amado pero
una vez que se acabe ese deseo no aparecerá una amistad que antes no existió, en
cambio, si hubo amistad antes de la entrega a quien no ama, esa amistad
perdurará después. No hay que conceder favores a quienes más los necesita, sino
al que puede devolverlos y no “a los que quisieran gozar de tu juventud, sino a
los que cuando seas viejo, te hagan partícipe de tus bienes”.
Sócrates acepta que el enamorado está más enfermo
que el no enamorado y se declara incapaz de decir algo más florido que lo ya
dicho por Lisias. Comienza sentando que la mejor forma de no equivocarse cuando
se empieza a deliberar es saber de qué trata la deliberación, como el tema es
averiguar si hay que hacerse amigo mejor del que ama o del que no ama, lo
primero será saber qué es el amor, una vez sabido lo que es el amor será el
momento de indagar si trae provecho o daño.
Todos nosotros, dice Sócrates, nos regimos por dos
principios: un deseo natural de gozo y una opinión adquirida que tiende a lo
mejor. Si nos dejamos mover por lo segundo somos sensatos, si nos mueve lo
primero, el deseo o el apetito, caemos en el desenfreno. El desenfreno es muy
variado y lo llamamos de acuerdo con la forma en la que se manifiesta, frente a
la comida es glotonería, frente a la bebida es alcoholismo, etc.
El siguiente paso es, entonces, ver si es mejor
entregar favores al amante o al que no ama. Hay que tener en cuenta, en base a
lo dicho, que la amistad del amante no brota del buen sentido, sino, como las
ganas de comer, del ansia de saciarse. Hay que considerar que el que ama
preferirá que su amado sea más débil que él, los celos le moverán a apartar al
amado de otras relaciones provechosas, preferirá que sea cuanto más ignorante
mejor. En cuanto a la inteligencia, por tanto, el hombre enamorado no es buen
consejero. El cuanto al cuerpo el amante preferirá que su enamorado persiga el
placer más que el bien, delicado antes que vigoroso... y mejor que sea pobre y
sin amigos ni familia. Y aún es peor cuando deja de amar y se vuelve infiel y
le molesta que se vayan marchitando los delicados rasgos del amado. Ahora, el
que antes era amante se deja gobernar por la inteligencia y la sensatez en vez
de por el amor y el apasionamiento y el amante se siente esclavo y se
arrepiente de haberse entregado a un enamorado en lugar de a un hombre sensato.
Aquí acaba el primer discurso de Sócrates
Fedro le pide entonces que enumere las ventajas que
tiene entregar los favores al que ama. Sócrates dice que no, que se va, que las
ventajas del que no ama son lo contrario de los inconvenientes del amante. Pero
Fedro insiste y entonces Sócrates dice que siente haber delinquido contra los
dioses y que tiene que pronunciar una retractación y se aviene a un segundo
discurso.
No es a quien no ama a quien hay que otorgar
favores por el hecho de estar cuerdo éste y loco el enamorado, no es así porque
la demencia no es un mal. Los antiguos lo llamaron “manía” pensando que era
algo bello, así, es más bella la manía que la sensatez, porque la manía la
envían los dioses y la sensatez es cosa de hombres.
El alma tiene una naturaleza humana y divina. Toda
alma es inmortal, porque aquello que se mueve siempre es inmortal y dejar de
moverse es dejar de vivir. Si el movimiento le viene a algo de fuera estamos
hablando de algo inanimado, si el movimiento viene de dentro se trata de algo
animado. Dice Platón que explicar qué es el alma es cosa de dioses, pero que
decir a qué se parece es asunto humano. De esta forma introduce la conocida
imagen del cochero y los dos caballos, uno bueno y hermoso y el otro todo lo
contrario. El alma es la fuerza que mueve la yunta, que le pone alas. Hay una
forma de locura, la cuarta, que se da “cuando alguien contempla la belleza de
este mundo y, recordando la verdadera, le salen alas y, así alado, le entran
deseos de alzar el vuelo, y no lográndolo, mira hacia arriba como si fuera un
pájaro, olvidado de las de aquí abajo, y dando ocasión a que se le tenga por
loco. Así que de todas las formas de entusiasmo, de todas las manías, esta es
la mejor, tanto para el que la tiene como para el que con ella se comunica, y
al partícipe de esta manía se le llama enamorado”.
Antes se había divido en alma en tres partes: un cochero
y dos caballos, uno dócil otro rebelde, uno blanco y otro negro. Ante el amado
el negro se dispara y los otros dos le retienen, forcejeo que se salda, en el
mejor de los casos, con el dominio del cochero y el caballo blanco sobre el
caballo negro y de esta manera, “si vence la parte mejor de la mente, que
conduce a una vida ordenada y a la filosofía, transcurre la existencia en
felicidad y concordia... subyugando lo que engendra la maldad en el alma, y
dejando en libertad a aquello en lo que lo excelente habita”
“Dones tan grandes y tan divinos, muchacho, te
traerá la amistad del enamorado. Pero la intimidad con el que no ama, mezclada
de mortal sensatez, y dispensadora también de lo mortal y miserable,
produciendo en el alma amiga una ruindad que la gente alaba como virtud, dará
lugar a que durante nueve mil años ande rodando por la tierra y bajo ella, en
total ignorancia”.
Este discurso termina pidiéndole a Fedro que
convenza a Lisias para que vuelva a la filosofía, para que lleve su vida hacia
el amor.
Fedro comenta: “Fíjate, pues, en lo que oí sobre
este asunto, querido Sócrates: que quien pretende ser orador no necesita
aprender qué es, de verdad, justo, sino lo que opine la gente que es la que te
va a juzgar; ni lo que es moderadamente bueno o hermoso, sino sólo lo que lo
parece. Pues es de las apariencias de donde viene la persuasión, y no de la
verdad”. Esta es exactamente la opinión de los sofistas.
Si la retórica es el arte de persuadir sobre
aquello que alguien ignora, su mayor poder no lo tendrá en las ocasiones en que
se trate de cosas concretas (como ‘hierro’ o ‘plata’) sino en los casos en que
se hable de cuestiones sobre las que no hay un acuerdo tan claro (como
‘justicia’ o ‘amor’). En estos asuntos menos claros, un buen discurso debe
comenzar por definir los términos que se van a usar, y debe proceder de forma
ordenada, coherente.
Si la medicina es el arte de conocer el cuerpo, y
la retórica es la medicina del alma, la retórica será entonces el arte de
conocer el alma.
Además de
la oratoria (lo hablado) plantea Platón lo escrito (los libros) como instrumentos
retóricos, pero privilegia el lenguaje hablado: lo escrito está muerto,
petrificado, y para que las ideas escritas revivan deben ser habladas, es
decir, otro hombre debe reproducir en su persona, en su individualidad, en su
situación vital las ideas escritas. Sólo entonces puede decirse que las frases
del libro han sido entendidas y que el decir pretérito se ha salvado.
Resumen
Partiendo de la pregunta ¿Qué diría Sócrates del internet? Este filosofo
primero que nada se sorprendería del tamaño de conocimientos escritos, hablados
e incluso representados con imágenes y símbolos por los cuales está conformado
el Internet, le grado en que se trata de
simplificar el acceso al conocimiento y de compartirlo con otras personas que
con sus propias ideas puedan enriquecerlo más. Además elogiaría la forma de comunicación
hablada que existe gracias a las herramientas tecnológicas que mediante el
Internet logra relacionar no solo a un grupo de personas sino a todas las culturas
existentes en el planeta. Pienso que también se cuestionaría sobre sus
argumentos respecto a la palabra escrita ya que no está muerta ni petrificada y que al
contrario de muchas ideas al logrado no solo sobrevivir si no evolucionar de
tal manera que su presencia dentro de la red sea considerada más importante
como la base de todo conocimiento.
Sócrates se sorprendería de la interacción
que tiene las personas en esta época con
su aportación cultural, científica y recreativa, además de encontrar incluso sus escritos como una fuente de conocimiento
la cual encontraría en muchos en diversos tipos de escritura y de idiomas sin
perder la esencia del conocimiento. Y de observar cuantas teorías y nuevas
ideas han surgido con el transcurso de los tiempos y que podrían ser materia de
estudio, discusión e incluso retroalimentación para formular más y mejores
conocimientos.
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